Clint Eastowood, realizador, actor, productor, compositor..., un hombre 10 dentro del mundo del cine. Eastwood posee un largo recorrido en la industria cinematográfica, reconocido actor y, sobre todo, muy alabado en su faceta de director. Pese a su edad, se encuentra en una etapa muy prolífica, prácticamente, cada uno o dos años brinda a sus espectadores con una nueva película.
Film tras film, Eastwood demuestra lo que es, un director que se ha convertido ya en un símbolo de la historia del cine.
Gran Torino está producida, dirigida y protagonizada por él, además de haber compuesto su banda sonora. Ver esta película significa adentrarse en el universo Eastwood, en su forma de entender el cine.
Walt Kowalski, un veterano de la guerra de Corea, acaba de sufrir la pérdida de su mujer. Después del funeral se prepara a vivir en soledad en un barrio que ya prácticamente no conoce y con unos hijos con los que apenas mantiene relaciones.
Se observa un retrato del barrio desestructurado, de la llegada de la inmigración desde lugares muy diferentes, y de lo que implica la convivencia de distintas culturas.
Eastwood representa a la perfección un personaje que ya conoce de sobra, el hombre duro, con ideas fijas y conservadores, violento, gruñón...pero que parece albergar en el fondo una gran sensibilidad: el hombre y su carcasa.
Walt Kowalski vivirá una estrecha amistad, no buscada, con su vecino adolescente Thao, perteneciente a los Hmong, un pueblo asiático. La relación paterno-filial ayudará a ambos personajes a desarrollarse y a ver la realidad de una forma distinta. El sacrificio final que ofrece Kowalski sirve de mitificación del héroe mundano.
Eastwood cuenta una historia sencilla que ya es bastante conocida para el espectador, sus personajes están estereotipados, no utiliza grandes escenarios y en cuanto al aspecto técnico, Gran Torino no podrá decir que sea una de sus películas más logradas. Sin embargo, Clint Eastwood consigue un conjunto que engancha y que deja una grata sensación de haber presenciado “buen cine”.
domingo, 24 de mayo de 2009
domingo, 10 de mayo de 2009
El censor. Joaquín Asencio.
En Nueva York, mientras estudiaba en el departamento de cine de la universidad, Joaquín Asencio realizó El censor, un cortometraje que le ha valido algunos premios en festivales además del reconocimiento en el mundo cinematográfico.
El realizador sevillano centró el comienzo de su historia en una época, la dictadura, que es ajena por su lejanía al lugar que le envolvía en aquellos momentos: la gran ciudad neoyorquina. A pesar de encuadrar a sus personajes en su tierra natal, Asencio utiliza un estilo narrativo muy clásico, donde el hilo argumental se centra en la realización del sueño americano por parte del protagonista, todo ello con un tono de comedia claro.
De esta forma, Paco se convertirá en el antihéroe por excelencia. Desde pequeño es educado en un colegio de monjas con la más estricta moral, trabajará como censor en Madrid y de allí viajará a Nueva York donde tardará en chocar con la realidad.
El viaje de Paco es un viaje de iniciación, de pérdida de la inocencia, no tendrá más remedio que cambiar sus valores. El director usa el humor para contar este recorrido, por ello Paco es un personaje arquetipo, al igual que Guillermo, su amigo en la gran ciudad.
Esa pérdida de la inocencia está retratada por el choque cultural que encuentra Paco a su llegada a la ciudad, por la figura de Guillermo, por la iniciación sexual y sobre todo, como colofón final, por la pérdida de lo único que mantiene y que le ata a la realidad: sus valores.
Joaquín Asencio trata de imprimir un ritmo acelerado que se vislumbra al final del cortometraje, pero que puede llegar a hacerse lento en el arranque; da los toques de humor necesarios para que el espectador sonría en algunas escenas y, por supuesto, traza un Todo totalmente correcto y poco reprochable por tratarse de uno de sus primeros proyectos. Sin embargo, el sabor final que produce su visionado no es del todo dulce, queda una cierta sensación de superficialidad que puede originarse, quizás, en no haber alcanzado en plenitud el tono irónico que tanto necesita esta obra.
El realizador sevillano centró el comienzo de su historia en una época, la dictadura, que es ajena por su lejanía al lugar que le envolvía en aquellos momentos: la gran ciudad neoyorquina. A pesar de encuadrar a sus personajes en su tierra natal, Asencio utiliza un estilo narrativo muy clásico, donde el hilo argumental se centra en la realización del sueño americano por parte del protagonista, todo ello con un tono de comedia claro.
De esta forma, Paco se convertirá en el antihéroe por excelencia. Desde pequeño es educado en un colegio de monjas con la más estricta moral, trabajará como censor en Madrid y de allí viajará a Nueva York donde tardará en chocar con la realidad.
El viaje de Paco es un viaje de iniciación, de pérdida de la inocencia, no tendrá más remedio que cambiar sus valores. El director usa el humor para contar este recorrido, por ello Paco es un personaje arquetipo, al igual que Guillermo, su amigo en la gran ciudad.
Esa pérdida de la inocencia está retratada por el choque cultural que encuentra Paco a su llegada a la ciudad, por la figura de Guillermo, por la iniciación sexual y sobre todo, como colofón final, por la pérdida de lo único que mantiene y que le ata a la realidad: sus valores.
Joaquín Asencio trata de imprimir un ritmo acelerado que se vislumbra al final del cortometraje, pero que puede llegar a hacerse lento en el arranque; da los toques de humor necesarios para que el espectador sonría en algunas escenas y, por supuesto, traza un Todo totalmente correcto y poco reprochable por tratarse de uno de sus primeros proyectos. Sin embargo, el sabor final que produce su visionado no es del todo dulce, queda una cierta sensación de superficialidad que puede originarse, quizás, en no haber alcanzado en plenitud el tono irónico que tanto necesita esta obra.
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