lunes, 22 de junio de 2009

Ana y los lobos. Carlos Saura.

Director: Carlos Saura.
Productor: Elías Querejeta.
Reparto: Geraldine Chaplin, Fernando Fernán Gómez, Rafaela Aparicio, Juan María Prada, José Vivo.
Fotografía: Luis Cuadrado.
Año: 1972

“Nada, salvo la sed de indiferencia
y la confianza suave
en la hora fugitiva”
Fernando Pessoa.

Carlos Saura representa junto a Bardem o Pilar Miró lo que iba a llamarse Nuevo Cine Español. La extensa filmografía de Saura se expande durante los años del franquismo y la Transición. Los que serían los directores disidentes, tuvieron que esquivar la férrea censura franquista a la vez que se comprometían con un cine diferente y con una vertiente claramente social y de denuncia hacia el régimen.
Ana y los lobos representa una dura crítica hacia los tres pilares fundamentales del franquismo: la Iglesia, el poder militar y autoritario y la represión. En 1973, con un régimen ya renqueante, Saura consigue esquivar de nuevo la censura a través de la metáfora, como ya hizo anteriormente con La caza (1965).
El guión lo escribió con la colaboración de otra insigne figura del cine español, Rafael Azcona. La producción significó un nuevo trabajo entre Saura y Elías Querejeta, productor clave en el desarrollo de la historia del cine. Se rodeó también de actores con los que ya había trabajado muchas veces, como es el caso de Geraldine Chaplin, excelente en su interpretación de Ana.

Tres símbolos.

Ana, una joven inglesa, llega a la casa en la que trabajará como institutriz de tres niñas. Poco a poco, irá conociendo a los habitantes de la casa, una familia con un pasado aristocrático, con aires de cadencia. Ana irá chocando con los distintos miembros, la madre, los tres hijos, la mujer de uno de ellos y las niñas. Cada uno de los hijos poseerá una personalidad totalmente distinta y perturbada, así, José será autoritario y amante de lo militar; Juan ocultará sus vicios y manías sexuales; y, Fernando tendrá un lado místico y contradictorio.
Ana irá descubriendo cada una de las debilidades de los hermanos y, quizás, por puro entretenimiento, entrará en el juego que cada uno dispone para ella.
Los tres hermanos querrán poseer a Ana para sí mismos entrando, así, en un conflicto fraternal que acabará con una confabulación final que será trágica para Ana.

Carlos Saura muestra, tal y como lo hizo en La caza, una parábola de lo que supone el franquismo en la sociedad. Ana es el personaje que representa la libertad extranjera e ingenua a la vez, ya que desconoce en profundidad lo que supone realmente una dictadura. Los tres hermanos son simplemente lobos, amamantados por la gran matriarca que, a veces, parece conocer y otras desconocer la amplitud de las acciones de sus vástagos.
José, reprimido desde la infancia al vestirle de niña, se escuda en la parafernalia militar, teniendo un carácter posesivo y autoritario. Juan se mueve en el mundo de las bajas pasiones, su instinto sexual lo rebaja, prácticamente, a la categoría de animal. Fernando es, seguramente, el personaje más complejo, simboliza el poder de la Iglesia, mostrará un lado muy místico e, incluso, se recluirá en una cueva, aún así, es un hombre reprimido, sus obsesiones se centran en Ana a la que querrá cortar la larga melena.
Otros personajes más secundarios como la esposa de Juan, puede llegar a representar la pasividad ciudadana ante el régimen, ella aún siendo consciente de las actividades de su marido sigue ignorando la situación hasta límites insospechados. Las niñas son el futuro de la sociedad española, ellas imitan los modelos adultos, la educación basada en la autoridad, la represión y el miedo puede ser causante de que el ciclo se repita.

El surrealismo y la influencia de Buñuel.

La influencia de Buñuel está presente en toda la filmografía de Carlos Saura, la visión surrealista del genio de Calanda, sirve de base a Saura para aumentar la denuncia de sus obras y darle el carácter onírico tan admirado en Buñuel. De esta forma, Ana y los lobos se sustenta de escenas enteramente surrealistas, donde el espectador confunde las ensoñaciones de Fernando y la realidad. Un ejemplo es la visión de Fernando sobre su familia, donde se ve a la madre llevada en andas y cada uno de sus hermanos mostrando sus más profundas pasiones.
Por otra parte, los diálogos están plagados de frases surrealista y de una ironía constante. El personaje de Juan, plagado de carga sexual, retorna el eterno tema buñuelesco de la sexualidad y la represión que vemos en muchas de sus películas.
La historia en sí, es un relato surrealista en el que se presentan a personajes estereotipados que más que a humanos representan valores.

Finalmente, el ciclo se cierra, Ana es despedida de la casa y se la ve alejarse por el mismo campo por el que ha llegado, pero Saura no se conforma con eso, los lobos deben actuar. Ana será apresada por los hermanos para que cada uno se lleve de ella lo que quiere.

La casa.

El film de Saura tendrá tres escenarios principales: la casa, la cueva y el campo, los personajes estarán afincados en un espacio concreto y Ana deambulará entre estos tres ámbitos.
De esta forma, Saura construye una escenografía sencilla, prácticamente teatral, en la que convierte estos tres espacios en unos personajes más de la obra. Cada uno de ellos tendrá unas connotaciones diferentes: represión, libertad, éxtasis.

El uso de la cámara en Saura pasa desapercibido a pesar de los numerosos zooms tan de moda y a la vez (tan indeseables) de la época. La fotografía de Cuadrado, con el que ya había colabora Saura en muchas de sus películas, parece descuidad a propósito, puede ser que con un fin más metafórico que estético. Aún así, se perciben muchos sobre-exposiciones que pueden llegar a resultar un tanto incómodas para el espectador.
A pesar de ello es, seguramente, el sonido el gran olvidado de esta película. El director hace un gran hincapié en la banda sonora que más que un simple hilo musical, es un ingrediente más para la descripción de cada uno de los personajes. Sin embargo, el sonido de los diálogos resulta descuidado, los volúmenes suben y bajan constantemente menoscabando, incluso, el poder de las palabras de los personajes.
Ana y los lobos está narrada de forma lineal, los acontecimientos se suceden unos a otros, demostrando al espectador como Ana se va vejando como ser humano a medida que pasa el metraje. La película está concebida como un ciclo, los lobos se comen a su víctima y nada indica que ésta sea la última.

Carlos Saura consiguió estrenar una película que pasó la frontera de la censura y que se convirtió en un símbolo del nuevo cine español, un cine comprometido y opositor a un régimen al que ya, por fin, le quedaban pocos años de vida.

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