Director: Michael Haneke
Productoras: Wega Film / Les Films du Losange / Bavaria Film / BIM Distribuzione
Reparto: Daniel Auteuil, Juliette Binoche, Maurice Bénichou, Annie Girardot, Lester Makedonsky
Fotografía: Christian Berger
Año: 2005
“La vergüenza es un sentimiento revolucionario”
Karl Marx.
Michael Haneke es un realizador austríaco que despunta como uno de los grandes directores europeos contemporáneos. Muy ligado a Francia, donde ha ganado varios premios en Cannes, Haneke dirige un film con una temática concretamente francesa. Para ello, cuenta con actores conocidos con los que ya había trabajado, como es el caso de Juliette Binoche.
De nuevo la burguesía.
El realizador austriaco vuelve hacía sus temas universales, con Caché, se adentra en el mundo de las relaciones familiares en un entorno de clase media- alta.
Georges, periodista y presentador en un programa de televisión, vive con su mujer y su hijo en una acomodada casa en un buen barrio de París. Un día recibe una cinta de vídeo muy extraña, donde se muestra su vivienda como si estuviera vigilada. Habrá más envíos, las cintas comienzan a ser más personales y además, empiezan a estar acompañadas de dibujos sangrientos. La familia empieza a inquietarse cada vez más y se siente muy amenazada, parece que sólo Georges entiende qué significan todas las grabaciones. El sentimiento de culpa renace en el hombre maduro, un recuerdo de la niñez le hace enfrentarse con aquello que cometió en el pasado. En los años 60, siendo él un niño, sus padres querían adoptar al pequeño Rajid, hijo de unos argelinos que murieron en las manifestaciones de París en 1961, Georges, celoso, hizo creer a sus padres que Rajid era peligroso ya que le había obligado a matar a un gallo de forma muy violenta; como consecuencia, los padres enviaron a Rajid a un orfanato.
El puzzle empieza a encajar, la culpabilidad aumenta de forma sucesiva durante todo el film, Georges no es capaz de enmendar el error infantil y, en la madurez, vuelve a dar la espalda a Rajid. Haneke culmina su historia de forma sutil, Pierrot, el hijo de Georges, tiene un breve encuentro con el hijo de Rajid a las puertas del colegio, todo ello filmado desde un punto de vista que recuerda a las grabaciones anónimas enviadas a Georges.
La crítica de la sociedad burguesa y la hipocresía son dos temas muy recurrentes en la filmografía de Haneke, ya antes, en Funny Games (1997) y La pianista (2001), por citar algunos ejemplos, el retrato de una sociedad corrompida y reprimida está presente. Georges simboliza la hipocresía europea, el sentimiento de culpa que, de vez en cuando, aflora en el ciudadano occidental, una culpa que se crece ante las injusticias y atrocidades del mundo, de un mundo que no es tan lejano. Cada país tiene sus manchas oscuras del pasado, acontecimientos bochornosos que son tabú en la sociedad actual. En Francia la guerra de Argelia sigue suscitando el silencio en una sociedad aparentemente avergonzada. Haneke irrumpe con su obra en ese pasado oscuro, Georges es, simplemente, un símbolo, el del hombre con el estigma de la culpa. Pero él opta por el camino fácil, por el del olvido: perfecta la escena en la que Daniel Auteuil toma dos somníferos para poder dormir tranquilamente sin el martilleo incesante de la culpa... de los remordimientos. Georges no afronta el pasado, el daño hecho a Rajid ha tenido sus consecuencias. Cada uno ha crecido en dos mundos diferentes, los caminos hacia la madurez no han sido los mismos y los obstáculos que tuvo que salvar Rajid fueron mucho mayores que los de Georges. Esta diferencia se ve reflejada en el barrio en el que vive cada uno. El drama de Rajid y Georges representa un drama universal, el de los países europeos y sus colonias, el caso de Argelia se puede yuxtaponer a cualquier otro país. El pasado, no tan lejano, no debe caer en el olvido, debe despertar la vergüenza del ciudadano, una vergüenza que debe servir para actuar, no para sepultar.
Subjetividad y medios de comunicación.
Nunca se podrá tachar a Haneke de ser un realizador costumbrista. El director ofrece un relato en el la objetividad y la subjetividad se entremezclan continuamente. El film comienza desconcertando al espectador, éste asiste a un largo plano general, estático, donde vemos una casa y una calle, nada más, gente pasando, coches...pero nada más, ninguna acción durante mucho tiempo. Haneke busca la incomodidad en su público, que éste se cuestione la realidad que está viendo y que la reflexione.
Pasado un tiempo, el espectador logra darse cuenta de que aquello que ha visionado no es más que la grabación anónima que recibe el protagonista, se presencia una realidad dentro de otra, la mirada subjetiva de aquél que está grabando, espiando la intimidad. Haneke nos convierte también en vouyeurs por unos instantes, él juega continuamente con el público, distrayéndolo, despintándolo y orientándolo hacía donde él lo quiere llevar.
La construcción del relato es parte fundamental en la obra de Michael Haneke, la trasgresión de la estructura tradicional del film, le abre puertas hacia nuevos lenguajes en los que lo subjetivo está presente de la misma forma que lo objetivo.
La importancia de las grabaciones en el transcurrir del largometraje indican la preocupación del mundo vigilado y del poder de los medios sobre la sociedad. Haneke refuerza, así, el tema de la hipocresía burguesa.
La utilización del flask-back también es clave en la obra, la figura del Georges niño es representada por pequeños retazos de su infancia, que parecen estar acrecentados por la imaginación del Georges adulto. El poder de la culpa se presencia de nuevo, las imágenes se vuelven más crueles y violentas.
La puesta en escena es sencilla en todo momento, la casa familiar se presenta como el escenario principal de todos los conflictos. La fotografía no evidencia los cambios entre las escenas grabadas y las escenas propias del film, sólo se diferencia los pequeños flash-backs de Georges, dándoles un cierto aire surrealista.
Caché representa el mal de la sociedad burguesa y acomodada, Michael Haneke es capaz de interpretar temas universales de forma muy diferente. El final incierto es perfecto, no es necesario más, el espectador necesita la reflexión, pero no la explicación concreta. Tras su visionado es imposible mostrarse impasible, una sed de saber más se despierta, los pensamientos se disparan hacia el recuerdo de cada una de las secuencias, la búsqueda del significa oculto comienza.
Productoras: Wega Film / Les Films du Losange / Bavaria Film / BIM Distribuzione
Reparto: Daniel Auteuil, Juliette Binoche, Maurice Bénichou, Annie Girardot, Lester Makedonsky
Fotografía: Christian Berger
Año: 2005
“La vergüenza es un sentimiento revolucionario”
Karl Marx.
Michael Haneke es un realizador austríaco que despunta como uno de los grandes directores europeos contemporáneos. Muy ligado a Francia, donde ha ganado varios premios en Cannes, Haneke dirige un film con una temática concretamente francesa. Para ello, cuenta con actores conocidos con los que ya había trabajado, como es el caso de Juliette Binoche.
De nuevo la burguesía.
El realizador austriaco vuelve hacía sus temas universales, con Caché, se adentra en el mundo de las relaciones familiares en un entorno de clase media- alta.
Georges, periodista y presentador en un programa de televisión, vive con su mujer y su hijo en una acomodada casa en un buen barrio de París. Un día recibe una cinta de vídeo muy extraña, donde se muestra su vivienda como si estuviera vigilada. Habrá más envíos, las cintas comienzan a ser más personales y además, empiezan a estar acompañadas de dibujos sangrientos. La familia empieza a inquietarse cada vez más y se siente muy amenazada, parece que sólo Georges entiende qué significan todas las grabaciones. El sentimiento de culpa renace en el hombre maduro, un recuerdo de la niñez le hace enfrentarse con aquello que cometió en el pasado. En los años 60, siendo él un niño, sus padres querían adoptar al pequeño Rajid, hijo de unos argelinos que murieron en las manifestaciones de París en 1961, Georges, celoso, hizo creer a sus padres que Rajid era peligroso ya que le había obligado a matar a un gallo de forma muy violenta; como consecuencia, los padres enviaron a Rajid a un orfanato.
El puzzle empieza a encajar, la culpabilidad aumenta de forma sucesiva durante todo el film, Georges no es capaz de enmendar el error infantil y, en la madurez, vuelve a dar la espalda a Rajid. Haneke culmina su historia de forma sutil, Pierrot, el hijo de Georges, tiene un breve encuentro con el hijo de Rajid a las puertas del colegio, todo ello filmado desde un punto de vista que recuerda a las grabaciones anónimas enviadas a Georges.
La crítica de la sociedad burguesa y la hipocresía son dos temas muy recurrentes en la filmografía de Haneke, ya antes, en Funny Games (1997) y La pianista (2001), por citar algunos ejemplos, el retrato de una sociedad corrompida y reprimida está presente. Georges simboliza la hipocresía europea, el sentimiento de culpa que, de vez en cuando, aflora en el ciudadano occidental, una culpa que se crece ante las injusticias y atrocidades del mundo, de un mundo que no es tan lejano. Cada país tiene sus manchas oscuras del pasado, acontecimientos bochornosos que son tabú en la sociedad actual. En Francia la guerra de Argelia sigue suscitando el silencio en una sociedad aparentemente avergonzada. Haneke irrumpe con su obra en ese pasado oscuro, Georges es, simplemente, un símbolo, el del hombre con el estigma de la culpa. Pero él opta por el camino fácil, por el del olvido: perfecta la escena en la que Daniel Auteuil toma dos somníferos para poder dormir tranquilamente sin el martilleo incesante de la culpa... de los remordimientos. Georges no afronta el pasado, el daño hecho a Rajid ha tenido sus consecuencias. Cada uno ha crecido en dos mundos diferentes, los caminos hacia la madurez no han sido los mismos y los obstáculos que tuvo que salvar Rajid fueron mucho mayores que los de Georges. Esta diferencia se ve reflejada en el barrio en el que vive cada uno. El drama de Rajid y Georges representa un drama universal, el de los países europeos y sus colonias, el caso de Argelia se puede yuxtaponer a cualquier otro país. El pasado, no tan lejano, no debe caer en el olvido, debe despertar la vergüenza del ciudadano, una vergüenza que debe servir para actuar, no para sepultar.
Subjetividad y medios de comunicación.
Nunca se podrá tachar a Haneke de ser un realizador costumbrista. El director ofrece un relato en el la objetividad y la subjetividad se entremezclan continuamente. El film comienza desconcertando al espectador, éste asiste a un largo plano general, estático, donde vemos una casa y una calle, nada más, gente pasando, coches...pero nada más, ninguna acción durante mucho tiempo. Haneke busca la incomodidad en su público, que éste se cuestione la realidad que está viendo y que la reflexione.
Pasado un tiempo, el espectador logra darse cuenta de que aquello que ha visionado no es más que la grabación anónima que recibe el protagonista, se presencia una realidad dentro de otra, la mirada subjetiva de aquél que está grabando, espiando la intimidad. Haneke nos convierte también en vouyeurs por unos instantes, él juega continuamente con el público, distrayéndolo, despintándolo y orientándolo hacía donde él lo quiere llevar.
La construcción del relato es parte fundamental en la obra de Michael Haneke, la trasgresión de la estructura tradicional del film, le abre puertas hacia nuevos lenguajes en los que lo subjetivo está presente de la misma forma que lo objetivo.
La importancia de las grabaciones en el transcurrir del largometraje indican la preocupación del mundo vigilado y del poder de los medios sobre la sociedad. Haneke refuerza, así, el tema de la hipocresía burguesa.
La utilización del flask-back también es clave en la obra, la figura del Georges niño es representada por pequeños retazos de su infancia, que parecen estar acrecentados por la imaginación del Georges adulto. El poder de la culpa se presencia de nuevo, las imágenes se vuelven más crueles y violentas.
La puesta en escena es sencilla en todo momento, la casa familiar se presenta como el escenario principal de todos los conflictos. La fotografía no evidencia los cambios entre las escenas grabadas y las escenas propias del film, sólo se diferencia los pequeños flash-backs de Georges, dándoles un cierto aire surrealista.
Caché representa el mal de la sociedad burguesa y acomodada, Michael Haneke es capaz de interpretar temas universales de forma muy diferente. El final incierto es perfecto, no es necesario más, el espectador necesita la reflexión, pero no la explicación concreta. Tras su visionado es imposible mostrarse impasible, una sed de saber más se despierta, los pensamientos se disparan hacia el recuerdo de cada una de las secuencias, la búsqueda del significa oculto comienza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario